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Salga a votar y cancele el dinero

Se trata del viejo problema del huevo y la gallina: la corrupción en la política reduce la participación electoral, lo que a su vez genera más corrupción en la política. ¿Qué fue primero?

Es el viejo problema del huevo y la gallina: la corrupción en la política reduce la participación electoral, lo que conduce a más corrupción en la política.

Entonces, ¿qué fue primero?

Los politólogos debaten este tema sin cesar. Sin embargo, una cosa está clara: lo que agravó el problema durante los últimos cinco años –cuando la influencia corruptora del dinero en la política alcanzó alturas vertiginosas– fue Ciudadanos unidosEn una votación de 5 a 4 en enero de 2010, la Corte Suprema deshizo casi un siglo de leyes de financiamiento de campañas y declaró que las corporaciones (y las asociaciones comerciales, sindicatos y otros) tienen el derecho de libre expresión para liberar cantidades ilimitadas de dinero en la esfera política.

Ese es un pollo muy grande.

Con esta jurisprudencia en vigor, las corporaciones y otros grupos de interés –desde las pequeñas tiendas familiares hasta Wal-Mart (y se puede adivinar cuál de ellas tiene más dinero)– han estado inundando el ciberespacio, las pantallas de televisión y los medios impresos para influir en las campañas, a menudo utilizando grupos de fachada para ocultar el origen de sus gastos. De hecho, poco después de la decisión de 2010, surgieron supercomités de acción política (PAC) y una variedad de organizaciones sin fines de lucro de “bienestar social” para cobrar grandes cheques y utilizar los ingresos para promover o condenar a candidatos.

¿Resultado final? Las grandes empresas consiguen que se elijan grandes empresas para proteger sus intereses. Y todos los demás, que carecen del dinero para participar en esta especie de ruleta, pierden. Ah, sí, de vez en cuando los grandes capitales pierden una elección; pero en las elecciones intermedias de noviembre pasado, 94% – ¡94%! – de los escaños en disputa en la Cámara de Representantes fueron ganados por el candidato que más gastó en su campaña; además, 82% de los que más gastaron ganaron los escaños del Senado.

La afirmación terriblemente inexacta del Tribunal Supremo de que el dinero es igual a la libertad de expresión ha creado una realidad desafortunada: el dinero es política y la política es dinero. Ya no hay una línea fina. En este nuevo panorama, la opinión pública pasa a un segundo plano frente a la opinión de los donantes, y el electorado estadounidense se ha sentido aún más desanimado por un gobierno que, según cree, no atiende sus intereses. Mientras que el 70 por ciento de nosotros exigimos justicia económica en lo que respecta a los salarios, el salario mínimo federal está congelado; el 90 por ciento de los estadounidenses piensa que necesitamos regulaciones más estrictas sobre las armas, pero un proyecto de ley para presentarlo no puede superar una maniobra obstruccionista del Senado.

Al ver todo esto, los votantes se preguntan: ¿qué sentido tiene votar si quien gane se va a centrar en las necesidades de sus grandes donantes en lugar de en las mías? Es difícil culparlos.

Pero hay algo que podemos hacer ahora. Incluso antes de que el Congreso repare el daño causado por Ciudadanos unidos y restablezca leyes responsables de financiación de campañas. Podemos ignorar el cinismo y acudir a las urnas para votar por los candidatos.

Comprometidos con la promoción del interés público: igualdad de remuneración por igual trabajo; vecindarios más seguros; una voz real en la plaza pública; protección de los derechos fundamentales al voto. Cuanto más nos presentemos –en cantidades suficientes– para apoyar a estos políticos, más a menudo estarán en la carrera. Al fin y al cabo, las elecciones siguen siendo un juego de números, y quienes son elegibles para participar, deben participar. Las comunidades deben unirse para garantizar que sus familias, vecinos y amigos se registren ahora para que, cuando llegue el día de las elecciones –a nivel local, estatal y federal–, estén listos para votar.

Para garantizar el acceso a las urnas a todos los votantes elegibles, también debemos dirigir nuestras voces a quienes ya están en el poder, ya sea en Washington o en el capitolio estatal. Debemos dejar en claro que esperamos que eliminen los obstáculos al derecho al voto y que den la bienvenida a las reformas favorables a los votantes, como el registro en el mismo día, la votación anticipada, la modernización del registro de votantes y otras medidas para energizar y comprometer al electorado. No hay una solución de la noche a la mañana, pero no habrá ninguna solución a menos que nos pongamos en marcha.

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