Observando el cambio: una historia sobre cómo los jóvenes pueden inspirar un nuevo futuro
"La política es una fuente de división en el mundo. Cuando era adolescente, pensaba que no había forma de llevarse bien con alguien que pensaba diferente a mí. Después de escuchar historias y ver a personas que estaban detrás de las políticas, me di cuenta de que, aunque nos opongamos a ellas, casi todos los que estamos en el mundo estamos tratando de mejorarlo".
De pequeña, tenía la costumbre de revisar mi cuerpo cada pocos meses para ver qué había cambiado. De adolescente, observaba a la gente con mi abuela. Veía los cambios que nos rodean mientras permanecemos quietos y el mundo sigue su curso.
De adulta, hablé en el capitolio estatal y en la Casa Blanca, observando activamente y contribuyendo al cambio, aprendiendo que mi vida podía ayudar a otros a tener una vida mucho más humana. Una vida en la que se sintieran valorados, no atacados por vivir cuando hacerlo ya es un logro.
La política es una fuente de división en el mundo; de adolescente, pensaba que era imposible llevarse bien con alguien que pensaba diferente. Tras escuchar historias y ver a quienes apoyan las políticas, me di cuenta de que, aunque nos opongamos a ellas, casi todos en el mundo intentamos mejorarlas.
Una vez formé parte de una organización increíble llamada Jóvenes Invencibles. Me enseñaron que las historias y las voces individuales importan. Nadie puede compartir tu historia como tú; gracias a ellos, descubrí el valor de gritar para que otros escuchen. En un susurro que estremece una sala y en una historia que moldeó tu mundo. Hablé con legisladores sobre la necesidad de que los productos de higiene ya no tengan un impuesto adicional, comúnmente conocido como el Impuesto Rosa. Hablé sobre los costos y las dificultades de ser docente y cómo las prácticas no remuneradas obstaculizan la diversidad en el sector.
Testifiqué más de 15 veces en el capitolio estatal local y tuve el honor de ser invitada a compartir mi perspectiva sobre la discapacidad en dos ocasiones en Washington D. C. Pude presenciar la firma de la RHEA (Ley de Equidad en la Salud Reproductiva). Pude expresar mi verdad a quienes valoraban mi experiencia y mis opiniones. Crecí como persona al escuchar opiniones contrarias que nunca había considerado, expresadas con tanta convicción. Aprendí que todos luchamos por lo que creemos que forja el mejor futuro para quienes nos rodean.
La primera vez que me paré frente a una sala para hablar sobre mi experiencia, hablé de la indigencia. De la cruda realidad de elegir si comía o si estaba lo suficientemente limpio para ser aceptado por quienes me rodeaban. Ser indigente es un problema de ser visto como humano. Como alguien que merece la ayuda que necesitas desesperadamente, sin que la gente piense que te has ganado tu dolor. Fue uno de los momentos más empoderadores y vulnerables que he vivido, uno que me hizo reexaminar cuánto puede una persona cambiar el mundo que la rodea. Cuando me preguntan por qué me dedico a la política, siempre recuerdo ese momento y lo digo para hablar por quienes aún no encuentran la manera de hablar por sí mismos.