La crisis del VIH/SIDA en Jackson
Al comprender las disparidades e insuficiencias en la atención médica que azotan a Mississippi, quizás no haya problema que ilustre mejor las desigualdades perpetuadas por nuestro sistema que nuestra gestión de la propagación desenfrenada del VIH/SIDA en este estado. Alcanzando, e incluso superando, los niveles de epidemia en el estado, esta crisis refleja no solo la incapacidad de nuestros sistemas para abordar los brotes de enfermedades virales en general, sino también la el ineptitud, que raya en la negligencia absoluta, de los líderes gubernamentales, sanitarios y espirituales de nuestro estado para abordar esta catástrofe a menudo ignorada.
Mi furia con respecto a este tema no es exclusiva de mí, ni carece de fundamento: Mississippi es casi inigualable en cuanto al impacto que el virus sigue teniendo en su población. Un estudio de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de 2015 lo confirmó, al informar que la tasa de nuevos contagios del estado de Magnolia es la más alta del país y la tasa de mortalidad por SIDA más alta, con una probabilidad de muerte que duplica la del estadounidense promedio que vive en otro estado. Esta disparidad es aún más pronunciada cuando se centra en las dos regiones más problemáticas del estado en cuanto al virus: el delta del Mississippi y, justo al sur, Jackson, la capital del estado. La tasa general de contagios del delta, de 17,8 por cada 100.000 personas, es más de 60% superior a la tasa nacional de 11,2, y la de Jackson fue la cuarta más alta de cualquier área metropolitana del país. Además, la tasa de contagios de hombres homosexuales en la capital, en los últimos años, no ha dejado de ocupar el primer puesto. La estratificación específica de la infección por VIH/SIDA en el estado se hace más evidente al analizar el panorama general: los afroamericanos representan solo el 38% de la población estatal, pero el 78% del total de casos de VIH. Y estos últimos datos apuntan a un problema más específico y preocupante, tan alarmante como previsible: estas disparidades en la atención médica se relacionan fácilmente con cuestiones de raza, género y orientación sexual, así como con la clase social.
El mismo conjunto de factores que determina en gran medida la calidad de la atención médica en este estado (tasa de mortalidad materna, obesidad, enfermedades cardíacas) es, como era de esperar, un indicador preciso de los grupos principales que tendrán que lidiar con el azote de la epidemia del SIDA en este estado con poco o ningún apoyo de las instituciones encargadas de ayudarlos. El estado ha fallado sistemáticamente en considerar las necesidades de quienes más necesitan los recursos estatales, y esta falla es particularmente pronunciada si se considera el reciente desastre con la reticente y tibia expansión de Medicaid, que tardó demasiado tiempo y obligó a miles de residentes de bajos ingresos de Mississippi a renunciar arbitrariamente a su cobertura; una brecha en la cobertura que seguramente afectará a quienes viven con VIH y SIDA.
Esta impactante realidad nos exige que nuestros líderes comprendan la importancia de una nueva legislación progresista que busque cerrar esta brecha en la atención médica. El acceso a una atención médica confiable y de primera calidad en este estado no debe depender de la clase social, la raza, la orientación sexual ni el estado serológico respecto al VIH. El estado debe, como parte de su nuevo programa de expansión de Medicaid, ampliar el acceso a las pruebas, el tratamiento y la concientización sobre el VIH/SIDA, así como brindar a las personas con VIH garantías de privacidad en un clima donde saber que se padece la enfermedad puede ser extremadamente perjudicial para la vida profesional y pública. El estado debe redoblar esfuerzos para garantizar que el acceso a la atención médica para esta enfermedad no se vea restringido por actitudes anticuadas sobre la vida de las personas VIH positivas, especialmente a medida que el resto del país avanza hacia una forma más progresista de frenar la propagación y ayudar a las personas vulnerables.